Sinclair fue el seudónimo que elegí, en la época de prueba más amarga de mi vida, para algunos de mis ensayos escritos durante la guerra de 1914 y luego para el «Demian», pensando en el amigo y benefactor de Hölderlin en Homburg, cuyo nombre me era querido desde joven, y que poseía para mí una magia secreta. Bajo el signo de «Sinclair» se halla para mí, aún hoy, aquella época candente, la agonía de un mundo hermoso e irrecuperable, el despertar, en un principio doloroso, después aceptado plenamente, a una nueva comprensión del mundo y de la realidad, el descubrimiento súbito de la unidad bajo el signo de la polaridad, de la coincidencia de los antagonismos, tal como los maestros del ZEN la trataron de traducir a fórmulas mágicas hace miles de años en China.
Hermann Hesse - Escritos sobre Literatura
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