sábado, 8 de septiembre de 2012

Jugador Tramposo




Muchas veces siento que pago más caro mis momentos de suave discurrir por la vida que los momentos en que ésta se me enfrenta violentamente, haciendo mis días, algunas veces, infelices.
Los momentos de mayor crecimiento que he podido identificar en los años que llevo vividos, son aquellos que me he visto obligado a enfrentarme al molde establecido o a situaciones dolorosas.
No que algunos momentos felices no hayan sido también momentos necesarios para ese crecimiento, sino que éstos tienen la particularidad de adormecernos, de alguna manera hacernos inconscientes y por ello, quizás, no brillan en el camino. Exceptúo aquí los momentos de extrema felicidad que, aunque escasos, son los puntos más brillantes y a los que siempre intento volver. Estos momentos han tenido que ver con el amor, en primera instancia, y con el inexplicable gozo de sentir que uno se ha introducido, de alguna manera, en el fluir de la energía universal. Si, ya se, esto suena casi cómico y me hago cargo de esto, pero muchas veces he experimentado este sentimiento y es tan imposible de describir como fascinante.

Nietzsche tiene una frase que me gusta mucho: "Amo al jugador que, cuando lo favorece la suerte de los dados, se pregunta: estaré haciendo trampas?"


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