Una niña indígena perseguía al director del equipo, silenciosa sombra pegada a su cuerpo, y lo miraba fijo a la cara, de muy cerca, como queriendo meterse en sus raros ojos azules. El director recurrió a los buenos oficios de Ticio, que conocía a la niña y entendía su lengua. Ella confesó: –Yo quiero saber de qué color ve usted las cosas.
–Del mismo que tú –sonrió el director.
–¿Y cómo sabe usted de qué color veo yo las cosas?
Eduardo Galeano
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