sábado, 29 de marzo de 2014

Parálisis




El 3 de enero de 1889 Nietzsche sufre un colapso mental, y el día 6 escribe a Jacob Burckhard:

"...me gustaría mucho más ser profesor de universidad en Basilea que Dios; pero no me he atrevido a llevar tan lejos mi propio egoísmo como para desistir a la creación del mundo..."

ante semejante declaración, Burckhard le pide a un amigo de Nietzsche, Franz Overbeck, que vaya a verlo. Overbeck consulta con un psiquiatra las cartas que Nietzsche empezaba a mandar y viaja a Turín. De Turín lo traslada a Basilea a una clínica para trastornos nerviosos donde se le diagnostica clínicamente "parálisis progresiva". A partir de allí empieza su "hundimiento" y, finalmente, muere el 25 de agosto de 1900.
Las obras de este "enfermo" empezaban a ser conocidas y a mostrar la profundidad de este genio que, aún hoy, sigue incomprendido.

La frase citada más arriba, lejos de parecerme una locura, es la más lúcida manera de ver el mundo que alguien pueda tener y al mismo tiempo es el lamento, el grito desesperado, de alguien que hubiera, quizás, preferido ser un tipo común (un profesor) con una visión simple y tranquilizadora del mundo a tener que sumergirse cada día en esos abismos en los que el mundo es puesto en marcha cada día...




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