domingo, 26 de enero de 2014

Maga




Nos sentábamos en las rocas, mirando el mar 
embriagados de sol y agua salada 

Ella reclinaba en mí, su espalda dorada 
y adormilada comenzaba a divagar 

Pieza a pieza iba armando el ajuar 
traje de novia, batería esmaltada 
y cuando en su lista no faltaba nada 
suspiraba un “Ya nos podemos casar” 

Ese era el final feliz de la poesía 
que con anhelos y vidrieras hizo 
recostando su fresca piel contra la mía 

Yo quise, con ella, cuanto quiso 
pero amé, mas que a la tierna fantasía 
a la Maga, que la creaba con su hechizo.

Mauricio Rosencof


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