jueves, 23 de enero de 2014

La Ciencia en Flores




Los Refutadores de Leyendas han sostenido siempre que toda la Naturaleza puede expresarse en términos matemáticos. Lo poco que queda fuera no existe.
Así, esta comparsa racionalista se ha esforzado, utilizando cifras, vectores y logaritmos, en representar cosas tales como el tango El Entrerriano o los celos de las novias de la calle Artigas.
Cuando fracasaban, simplemente declaraban superstición lo que no conseguían encuadrar en sus estructuras científicas.
Existía un minucioso catálogo de cosas inexistentes que se actualizaba cada año.
Allí figuraban los sueños, las esperanzas, el hombre de la bolsa, el alma, el ornitorrinco, el catorce de espadas, el Ángel Gris de Flores, el gol de Ernesto Grillo a los ingleses, la generala servida y la angustia.
Otra publicación venerada fue el desmesurado libro Un amor así de grande, resultado del afán de medirlo todo. En ese trabajo no solo se otorgan valores numéricos a los colores, aromas y formas, sino también a las sensaciones espirituales más sutiles.
A lo largo de cien capítulos se establece la cantidad de adrenalina que produce un individuo antes de ser vacunado, el volumen que alcanzan las lágrimas de una madre a lo largo de su vida, la cantidad de cera que lleva en sus oídos el conjunto de habitantes de la ciudad de Buenos Aires (suficiente al parecer para lustrar todos los pisos del edificio de Obras Sanitarias), y la energía que se consume en un suspiro.
Algunos datos producen indignación en las almas sencillas: para esta gente la novela Madame Bovary consiste en una cierta mezcla de medio kilo de papel y un cuarto litro de tinta. Los elementos químicos que componen al hombre son descriptos puntualmente con su precio en las farmacias de la zona. De este modo se llega a la conclusión de que más barato resulta un señor robusto que un velador.
No hace falta indicar el gran éxito obtenido por esta curiosa forma de evaluar el universo. Constantemente podemos oír en la radio las declaraciones de brillantes deportistas que manifiestan hallarse en un setenta y cinco por ciento, vaya a saber de qué. Los chicos preparan tablas de posiciones en las que dan a entender que quieren primero a su madre, después a su padre, en tercer lugar a su abuela y en el cuarto -lejos- al tío Julián. Los boletines de calificaciones no son otra cosa que la versión escolar del pensamiento de los Refutadores. Aquí la descripción de la conducta de un alumno que no ha estudiado su lección, se reduce a un redondo cero. Por el contrario, un estudiante talentoso y perseverante será premiado no con un cariño ni con una frase estimulante, sino con un diez.
No se sabe si los Refutadores de Leyendas escribían cartas de amor, pero no sería extraño que sus más tiernas declaraciones consistieran en gráficos representativos del progreso de sus sentimientos...

... Hoy todo el mundo rinde culto a la Ciencia Pura. Y se da una ilustre paradoja: los Refutadores no han hecho más que reemplazar las viejas leyendas por otras nuevas, mucho peores.
Los arquitectos razonables podrán dudar de la existencia del alma, pero suscribirán cualquier teoría sobre el átomo, los neutrones y los protones, con la mayor alegría.
No importa si no entienden estas teorías. En realidad -como dice Sábato- el pensamiento científico parece tener mayor poder cuando menos se lo comprende.
Por eso se suele decir:
-¡Qué bien habla este hombre...! No alcanzo a entender ni una sola de sus palabras...

Alejandro Dolina - Crónicas del Ángel Gris


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