domingo, 20 de octubre de 2013

Una Historia Zen Imaginaria




MAESTRO ZEN: "Tengo y no tengo un palo. ¿Cómo lo explicarías?"

NOVICIO JUDÍO: "¡No lo haría!"

MAESTRO:  "No seas impertinente. Te conviene, si realmente deseas alcanzar la iluminación como dices, hacer todos los esfuerzos posibles por contestar."

NOVICIO: "De acuerdo. Creo que, según lo mires, tienes un palo; y según lo mires, no."

MAESTRO: "No, no quiero decir esto. Quiero decir que, mirándolo igual, tengo un palo y no tengo un palo.
¿Cómo te lo explicas?"

NOVICIO: "¡Me rindo!"

MAESTRO: "No has de rendirte. Debes poner toda la carne en el asador para descubrirlo."

NOVICIO: "No voy a discutir contigo sobre si me he de rendir o no. El hecho existencial es simplemente que me rindo."

MAESTRO: "¿No quieres alcanzar la iluminación?"
NOVICIO: "Si alcanzar la iluminación significa considerar estas estúpidas cuestiones, ¡al infierno! Siento defraudarte, pero adiós muy buenas."

Doce años después...

NOVICIO: "He vuelto, Maestro, en un estado de absoluta contrición. Durante doce años he vagado, sintiéndome fatal por mi cobardía e impaciencia. Ahora me doy cuenta de que no puedo huir de la vida. Más tarde o más temprano, tendré que afrontar los problemas definitivos del universo. Estoy preparado para esforzarme y trabajar a fondo en el problema que me diste."

MAESTRO: "¿Cuál fue el problema?"

NOVICIO: "Dijiste que tenías y no tenías un bastón. ¿Cómo explicarlo?"

MAESTRO: "¿Dije esto? ¡Que estupidez!"

Del libro Silencioso Tao, de Raymond Smullyan
Reflexiones de un científico al otro lado del espejo.




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