domingo, 27 de octubre de 2013

De los Sabios Célebres




¡Al pueblo habéis servido, y a la superstición del pueblo, todos vosotros sabios célebres, pero no a la verdad! Y por ello precisamente se os tributó veneración.
Por ello también se toleró vuestra incredulidad, ya que era un ardid y un rodeo para llegar al pueblo. Así deja el señor regodearse a sus esclavos, y se divierte además con las petulancias de éstos.
Mas a quien el pueblo aborrece, como al lobo los perros, es al espíritu libre, el enemigo de las cadenas, el que no adora, el que habita en los bosques.
Sacarle de su cobijo -eso ha significado siempre para el pueblo el "sentido de lo justo". Contra él azuza, todavía hoy, sus sabuesos de más afilados dientes.
"¡Pues la verdad está aquí, donde está el pueblo! ¡Ay de quienes buscan!" Así se viene diciendo siempre.
Por cuanto el pueblo os veneraba, quisisteis darle la razón: ¡a eso llamasteis "voluntad de verdad", oh, sabios célebres!
Y vuestro corazón siempre se decía: "Del pueblo he venido, y de él me ha venido la voz de Dios"
Pacientes y astutos, como el asno, habéis sido siempre, en tanto que abogados del pueblo.
Y más de un poderoso, cuando quería estar a bien con el pueblo, enganchó ante su carro un borriquillo: un sabio célebre.
Y ahora yo quisiera, ¡Oh sabios célebres!, que os librarais por fin de la piel de león y las arrojarais muy lejos.
La piel multicolor de la fiera, y las melenas del investigador, del explorador, del conquistador.
¡Ay, para que yo aprendiera a creer en vuestra veracidad, tendríais antes que romper en pedazos vuestra voluntad veneradora!
Veraz llamo yo al hombre que se retira al desierto sin dioses, y ha roto en pedazos su corazón venerador.
Entre la amarilla arena del desierto, quemado por el sol y abrasado por la sed, dirige miradas veladamente ávidas hacia los oasis abundantes en fuentes, allá donde, entre sombras de árboles, reposan seres vivos.
Pero su sed no le lleva a imitar a aquellos comodones: pues donde hay oasis, allí hay también imágenes de ídolos.
Hambrienta, violenta, solitaria, sin Dios: así se quiere a sí misma la voluntad-león.
Liberada de los placeres del esclavo, redimida de dioses y de adoraciones, impávida y aterradora, grande y solitaria: así es la voluntad del hombre veraz.
En el desierto han vivido siempre los veraces, los espíritus libres, como señores del desierto, mientras que en las ciudades viven los sabios célebres y bien alimentados: son los animales de tiro.
¡En verdad, siempre tiran como asnos del carro del pueblo!
No es que yo se lo reproche. Mas para mí siguen siendo esclavos y animales de tiro, aún cuando lleven dorados jaeces.
Y con frecuencia fueron buenos servidores, dignos de loa. Pues la virtud habla así: "Si tienes que servir, busca el amo a quien tus servicios puedan ser más útiles"
"El espíritu y la virtud de tu señor deben crecer por hallarte tú a sus órdenes. ¡Así te engrandeces también tú, junto con el espíritu y la virtud de tu señor!"
Y en verdad, vosotros, sabios célebres, vosotros, servidores del pueblo, habéis crecido junto con el espíritu y la virtud del pueblo, mientras el pueblo crecía con vuestro espíritu y con vuestra virtud. Que así quede reconocido, en honor vuestro.
Mas para mí seguís siendo pueblo, incluso en vuestras virtudes: un pueblo de ojos miopes, que desconoce lo que es espíritu.
Espíritu es la vida que se saja a sí misma, en vivo: con su propio tormento acrecienta su propio saber. ¿Acaso lo sabíais ya?
Y la felicidad del espíritu consiste en esto: en ser ungido por las lágrimas y consagrado con lágrimas como víctima del sacrificio. ¿Acaso lo sabíais ya?
Y la ceguera del ciego, su titubear y su tantear, deben seguir testimoniando el poder del sol al que miró. ¿Acaso lo sabíais ya?
Y quien busca el conocimiento debe aprender a edificar con montañas: poco es que el espíritu traslade a montañas ¿Acaso lo sabíais ya?
Solamente conoceis las chispas del espíritu; mas no veis el yunque que él es, ni tampoco la crueldad de su martillo.
¡En verdad no conocéis el orgullo del espíritu! ¡Pero aún soportaríais menos la modestia del espíritu, si intentara hablar!
Y nunca os ha sido lícito arrojar vuestro espíritu a una fosa de nieve. ¡No sois bastante ardientes para ello! Por eso desconocéis los éxtasis de su frialdad.
Y demasiadas confianzas os tomáis con el espíritu: no es raro que hagáis de la sabiduría un asilo y hospital para malos poetas.
No sois águilas. Por eso no nabéis conocido el goce que hay en el terror del espíritu. Y quien no es pájaro no debe hacer su nido sobre el abismo.
Tibios me parecéis: y todo conocimiento profundo es frío. Glaciales son los pozos más íntimos del espíritu: un alivio para las manos ardientes de quienes trabajan.
¡Honorables os situáis ante mí, tiesos, con el espinazo bien erguido, oh, sabios célebres! Y no os empujan viento ni voluntad poderosos.
¿Jamás habéis visto una vela surcando el mar, hinchada, redondeada y temblorosa, por la fuerza del viento? ¡Semejante a la vela que tiembla por la fuerza del espíritu, así camina sobre el mar -mi sabiduría salvaje!
Pero vosotros, servidores del pueblo, vosotros, sabios célebres, ¿cómo podríais marchar junto a mí?

Así habló Zarathustra



Del libro "Así Habló Zarathustra", de Friedrich Nietzsche

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