sábado, 28 de junio de 2014

El Amor Amenazado




“El amor está por reinventar, ya se sabe”
Arthur Rimbaud, Una temporada en el infierno, Delirios I

En un libro que se ha convertido en célebre, ¿De qué es Sarkozy el nombre?, usted sostiene que “el amor debe ser reinventado pero también, simplemente, defendido, porque se encuentra amenazado en todas partes”. ¿Amenazado por quién? Y ¿en qué sentido los viejos matrimonios acordados de hoy revisten, según usted, hábitos nuevos? Creo que una reciente publicidad para un sitio de encuentros por Internet le ha impresionado particularmente...

Es cierto, París ha sido cubierto de carteles de la página web de encuentros Meetic, carteles cuyos títulos me han interpelado. Puedo citar un cierto número de eslóganes de esta campaña publicitaria. El primero dice -y se trata de la tergiversación de una cita de teatro- “¡Encuentre el amor sin el azar!”. Y luego, hay otra: “¡Se puede estar enamorado sin caer enamorado!”. Así pues, nada de caída, ¿no es eso? Y, después, también está el de: “¡Usted puede perfectamente estar enamorado sin sufrir!” Y todo ello gracias a la página de encuentros Meetic... que nos propone -la expresión me pareció absolutamente notable- un “coaching amoroso”. Tendremos, pues, un entrenador que va a prepararnos para afrontar la prueba. Pienso que esta propaganda publicitaria depende de una concepción securitaria del “amor”. Es el amor asegurado a todo riesgo: usted tendrá el amor, pero como un asunto tan bien calculado, habrá seleccionado tan bien a su compañero cliqueando en Internet -evidentemente tendrá su foto, sus gustos en detalle, su fecha de nacimiento, su signo astrológico, etc.- que al término de esta inmensa combinación usted podrá decir: ¡ahora ya, con todo esto, no puede fallar... después de todo esto va a funcionar... ahora ya no hay ningún riesgo!” Y eso es propaganda, es teniendo interés como la publicidad se hace en ese registro. Ahora bien, obviamente yo estoy convencido de que el amor, en tanto que es un gusto colectivo, en tanto que es, para casi todo el mundo, la cosa que da a la vida intensidad y significación, yo pienso que el amor, en la existencia, no puede ser ese don que se hace a la ausencia total de riesgos. Me parece un poco como la propaganda por la guerra “cero muertos” que en algún momento hizo el ejército norteamericano.

Según usted, ¿habría una correspondencia entre la guerra “cero muertos” y el amor “cero riesgos” de la misma manera que existe, para los sociólogos Richard Sennett y Zygmunt Bauman, una analogía entre el “yo no te comprometo” que dice el agente del capitalismo financiero al trabajador precarizado y el “yo no me comprometo” que pronuncia a su compañero o compañera el “amante” indiferente, en un mundo en el que los vínculos se hacen y se deshacen en beneficio de un libertinaje protegido y consumerista?

Todo ello es un poco el mismo mundo. La guerra “cero muertos”, el amor “cero riesgos”, nada de azar, nada de encuentro, ahí es donde yo veo, con los medios de una propaganda general, una primera amenaza sobre el amor, que yo llamaría la amenaza securitaria. Después de todo, no está lejos de ser un matrimonio acordado o arreglado. No lo es en nombre del orden familiar, mediante padres despóticos, sino en nombre de la seguridad personal, mediante un acuerdo previo que evita todo azar, todo encuentro, y finalmente toda poesía existencial, en nombre de la categoría fundamental de la ausencia de riesgos. Y después, la segunda amenaza que pesa sobre el amor, es la de denegarle toda importancia. La contrapartida de esta amenaza securitaria no es más que una variante del hedonismo generalizado, una variante de las figuras del goce. Se trata, así, de evitar cualquier prueba inmediata y profunda de la alteridad, donde el amor se teje. Añadamos, por lo mismo, y no pudiéndose nunca eliminar el riesgo para lo bueno, la propaganda de Meetic, como la de los ejércitos imperiales, consiste en decir que ¡el riesgo será para los otros! Si está usted bien preparado para el amor, según los cánones de la seguridad moderna, sabrá usted mandar a paseo al otro, que no está conforme con su confort de usted. Si él sufre es asunto suyo ¿no es eso? Es que él no está en la modernidad. Sucede de la misma manera que con el “cero muertos” de los militares occidentales. Las bombas que tiran desde el aire matan a cantidad de gente que tiene la mala suerte de vivir debajo. Pero son afganos, palestinos... No son modernos, claro. El amor securitario, como todo aquello cuya norma es la seguridad, es la ausencia de riesgos para todo aquel que tiene un buen seguro, un buen ejército, una buena policía, una buena psicología del goce personal, y es todo riesgo para aquel que tiene en frente. Se notará que por todas partes se nos explica que las cosas se hacen “para nuestra comodidad y nuestra seguridad”, desde los agujeros en las aceras hasta los controles de policía en los pasillos del metro. En el fondo, tenemos ahí a los dos enemigos del amor: la seguridad del contrato de seguros y la comodidad de los goces limitados.

Así pues, ¿habría una especie de alianza entre una concepción libertaria y una concepción liberal del amor?

En efecto, creo que liberal y libertario convergen en la idea de que el amor es un riesgo inútil. Y que se puede tener por un lado una cierta conyugalidad preparada que se proseguirá en la dulzura del consumo y, por el otro, acuerdos o arreglos sexuales placenteros y llenos de goce, haciendo economía de la pasión. Desde este punto de vista, realmente pienso que el amor, en el mundo tal cual es, se encuentra en ese asedio, en ese cerco y que está, a este respecto, amenazado. Y creo que es una tarea filosófica, entre otras, defenderlo. Lo que probablemente supone, como lo diría el poeta Rimbaud, que también deba ser reinventado. Y ello no puede ser una ofensiva por la simple conservación de las cosas. En efecto, el mundo está lleno de novedades y el amor debe ser también comprendido en esa innovación. Hay que reinventar el riesgo y la aventura contra la seguridad y la comodidad.

Alain Badiou - Elogio del Amor


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