jueves, 12 de diciembre de 2013

Emigrantes

Después de mucho buscar, en mi memoria y en mis libros, encontré este texto que estaba buscando porque se me ocurre pertinente para lo que nos toca vivir. Pero no solo lo sucedido en estos últimos días, sino desde hace ya un tiempo más largo y que, creo, es la base de estos últimos hechos... aunque algunos se afanen por encontrar causas más superficiales.




"… ¡Qué dulce es la ausencia del hijo pródigo! Es ésta una falsa ausencia, puesto que detrás de él la casa familiar permanece. Que estemos ausentes en la pieza vecina o en el otro extremo del planeta, la diferencia no es esencial. La presencia del amigo que se ha alejado en apariencia puede tornarse más densa que una presencia real. Así ocurre con la plegaria. Nunca he amado mejor mi casa como en el Sahara. Nunca los novios estuvieron más cerca de sus novias que los marinos bretones del siglo XVI, cuando doblaban el cabo de Hornos y envejecían contra el muro de los vientos contrarios. Ya desde la partida comenzaban a regresar. Era su regreso lo que preparaban cuando tendían las velas con sus pesadas manos...
Pero mis emigrantes se me aparecían como marinos bretones a los que les hubieran arrebatado la novia bretona. No había novia bretona que encendiera para ellos su humilde lámpara en la ventana. No eran hijos pródigos. Eran hijos pródigos sin casa a donde volver. Entonces comienza el verdadero viaje, el viaje fuera de uno mismo.
¿Cómo reconstruirse? ¿Cómo volver a formar en sí la pesada madeja de los recuerdos? El buque fantasma estaba cargado, como el limbo, de almas por nacer. Unicamente parecían reales, tan reales, que se los hubiese querido tocar con los dedos, aquellos que, integrados en el navío y ennoblecidos por funciones verdaderas, llevaban los platos, bruñían los cobres, enceraban los pisos y, con un vago desprecio, servían a los muertos. No era la pobreza lo que procuraba a los emigrantes ese ligero desdén de parte del personal. Lo que les faltaba no era dinero, sino densidad. Ya no eran el hombre de tal casa, de tal amigo, de tal responsabilidad. Representaban el papel, pero éste ya no era verdadero. Nadie tenía necesidad de ellos, nadie se disponía a recurrir a ellos. Que maravilla el telegrama que os trastorna, que os hace levantar en medio de la noche, os lleva a la estación: "¡Ven! ¡Te necesito!"

… Es necesario cultivar por largo tiempo a un amigo antes de que reclame lo que en amistad se le debe. Es necesario haberse arruinado durante generaciones para reparar los viejos castillos que se derrumban, para aprender a amarlos."

Antoine de Saint-Exupéry, Carta a un Rehén


2 comentarios:

  1. Es un texto maravilloso, profundo y cierto.
    Me toca también en lo personal, ya que soy una inmigrante, aunque prácticamente me crié en esta tierra.
    Pero siempre queda una nostalgia, que se procura acallar con el agradecimiento por todo lo que este país me dio.
    Muchos saludos, Javier.

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  2. Me alegro que te guste. Saint-Exupéry es un autor que adoro. es profundo como Nietzsche... pero cálido, emocional.
    Solitario, si, pero sin el frío helado que había alrededor del alemán.

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