jueves, 5 de diciembre de 2013

El Ocaso de Zaratustra




Cuando Zaratustra cumplió los treinta años, dejó su patria y el lago de su patria y se marchó a las montañas. Allí gozó de su espíritu y de su soledad y durante diez años no se cansó de hacerlo. Pero al fin su corazón se transformó, - y una mañana se levantó con la aurora, se colocó frente al sol y le habló así:

»¡Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!
Durante diez años has venido subiendo hasta mi caverna: sin mí, sin mi águila y mi serpiente te habrías hartado de tu luz y de este camino.
Pero nosotros te aguardábamos cada mañana, te liberábamos de tu sobreabundancia y te bendecíamos por ello.
¡Mira! Estoy hastiado de mi sabiduría, como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan.
Me gustaría regalar y repartir, hasta que los sabios entre los hombres hayan vuelto a alegrarse de su locura, y los pobres, de su riqueza.
Para ello debo bajar a la profundidad: como haces tú al atardecer, cuando transpones el mar llevando luz incluso al submundo, ¡astro hiperabundante!
Debo, al igual que tú, hundirme en mi ocaso, como dicen los hombres a quienes quiero descender.
Así pues, ¡bendíceme, ojo apacible, que puedes mirar sin envidia incluso una felicidad tan excesiva!
¡Bendice la copa que quiere desbordarse para que fluyan de ella las doradas aguas, y lleve a todas partes el reflejo de tu deleite!
¡Mira! Esta copa quiere volver a vaciarse, y Zaratustra quiere volver a tornarse hombre.«

– Así comenzó el ocaso de Zaratustra.


Así habló Zaratustra - Friedrich Nietzsche


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