domingo, 12 de octubre de 2014

Una de animales (todos)







En los años dorados, andaban por Flores los Conservacionistas Preservativos, un grupo que protegía a todos los animales. Pero su piadosa misión no tardó en convertirse en locura. 

Poco a poco, la exaltación del animal dio paso al desprecio por los humanos. De allí surgieron frases que hoy en día andan en boca de muchos modernos Preservativos: 

- Cuanto más conozco a la gente, más quiero a mi perro. 

- Yo sé que mi tortuga jamás me va a traicionar. De mis amigos, no puedo decir lo mismo. 

Es cierto que las tortugas no traicionan. Pero su lealtad no es hija de una moral acrisolada, sino de su ingenio modesto que les impide concebir, planear y ejecutar una traición. 

La admiración desmedida por las bestias ha alcanzado en nuestro tiempo una dimensión universal. No puede uno encender el televisor sin encontrarse con un programa sobre la inteligencia de las medusas, la fuerza de los antílopes, la nobleza de las hienas o la belleza de los moluscos. Nuestros chicos saben más de elefantes que de correntinos. Leones y perros son héroes justicieros. Los únicos malandras son los hombres, con la sola excepción de los Conservacionistas Preservativos. 

Escribía Unamuno: “…se dice que el hombre es un animal racional. No sé por qué no se habrá dicho que es un animal afectivo o sentimental. Y acaso lo que de los demás animales lo diferencia sea más el sentimiento que la razón. Más veces he visto a un gato razonar que no reír o llorar. Acaso llore o ría por dentro. Pero por dentro acaso también el cangrejo resuelva ecuaciones de segundo grado”. 


Alejandro Dolina

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