martes, 1 de abril de 2014

Introspección




La introspección no es un lujo ni una huida individual, es un derecho y casi una condición para conseguir una sociedad lo más armónica posible: sólo mirándose uno mismo se puede ser capaz de saber mirar al otro, de interpretar lo que nos rodea

En las horas que pasó Kafka frente al espejo arreglándose el pelo está el germen de una de las más lúcidas miradas sobre el siglo XX.

En sus últimos años, desde la cama, Proust no hizo otra cosa que repasar su vida y con ello nos dejó una obra que es también un ensayo sobre la condición humana y el reflejo de la organización social de su tiempo. No hay otro modo de mirar más que de adentro hacia afuera, lo que vemos pasa por el filtro de nuestros propios miedos, deseos y obsesiones. Pensar en uno mismo inevitablemente lleva a pensar en la organización social, ya que es ahí donde uno, sin remedio, se integra. Es el “conócete a ti mismo” socrático, nada nuevo, comprenderse es comprender la naturaleza humana, y así, la tensión entre individualismo y sociedad desaparece. O al menos se suaviza.

Extraído de:

http://www.eldiario.es/zonacritica/horas-paso-Franz-Kafka-espejo_6_242935739.html



Siempre necesitamos del espejo para conocernos. A primera vista parecería superficial el conocimiento que nos puede devolver un espejo... parecería una actividad superficial y vanidosa, sin embargo, no hay otra manera de conocernos que parándonos frente a un espejo. Claro, los espejos no necesariamente son esos de cristal pintado, no, los mejores son esos espejos vivos con los que nos cruzamos casualmente o, quizás, no tan casualmente (sincronicidad), en nuestras vidas y nos devuelven imágenes de lo que somos. Cada uno de esos distinto al otro, cada uno devolviendo imágenes distintas con las que vamos construyendo nuestra imagen final. 

Si te miro es porque necesito verme...
Si te quiero es porque esa imágen que me devolves la intuyo esencial, una parte muy importante de mi propio yo (de acá saldrá el mito de la media naranja?)
Cortazar decía:

Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo, el amor y la dicha,
itinerarios, música, juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo doy, es cierto,
pero todo lo mío no te basta
como a mí no me basta que me des
todo lo tuyo.
Por eso no seremos nunca
la pareja perfecta, la tarjeta postal,
si no somos capaces de aceptar
que sólo en la aritmética
el dos nace del uno más el uno.
Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.


...Siempre fuiste mi espejo,
quiero decir que para verme tenía que mirarte.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Los Napoleones del fin de semana

  Hay un brillo inquietante en sus ojos cuando acuden cada sábado a la cita. Llegan uno tras otro, casi furtivamente, con sus cajas y reglam...