miércoles, 20 de noviembre de 2013

Eureka




Eureka fue escrito en 1847, pero es imposible saber cuánto tiempo lo pensó Poe. «Desde niño —dice Hervey Allen— había amado las estrellas, desde los días del telescopio en casa de John Allan. En las páginas de innumerables revistas había leído los artículos astronómicos y seguido las noticias del progreso de la ciencia a medida que avanzaba década tras década. Y ello lo había llevado a Laplace, a Newton, a Nichol, a oscuras obras de física y matemáticas, a Kepler y a Boscovitch.» Casi toda su vida literaria habría de transcurrir antes de que aquella temprana ansiedad cosmogónica alcanzara fuerza obsesiva. Poe empezó la redacción en el triste período subsiguiente a la muerte de Virginia Clemm. De noche, paseando con Mrs. Clemm por el jardín del cottage de Fordham, observaba el cielo que constituía el límite visible de ese universo cuya génesis y aniquilación se había propuesto revelar y explicar. La obra parece haber sido escrita rápidamente, obedeciendo a un impulso incontenible. La ya insana incomunicación de Poe con el mundo inmediato, la «locura» inminente que lo precipitaría a la muerte, pueden registrarse de manera dramática en las circunstancias exteriores a la composición de Eureka, e indirectamente en la obra en si, en la medida en que su sagacidad y lucidez intelectual funcionan en el vacío, orgullosamente seguras de descubrir por sí solas las verdades ultimas, con un mínimo de datos físicos y corroboraciones científicas. Su actitud al terminar la obra es la de un desequilibrado, como lo prueba su convicción de haber escrito un libro revolucionario, superior a todas las conjeturas cosmogónicas pasadas y presentes, y la triste crónica de su entrevista con el editor Putnam. Poe se presentó con aire nervioso, declarando que lo traía una cuestión de la más alta importancia. «Sentándose frente a mi escritorio, y luego de mirarme durante un minuto con sus brillantes ojos, dijo por fin: “Soy Mr. Poe.” Como es natural, me sentí todo oídos y sinceramente interesado por el autor de El cuervo y El escarabajo de oro. “No sé realmente cómo empezar —dijo el poeta tras una pausa—. Se trata de una cuestión importantísima.” Luego de otra pausa y temblando de excitación, empezó a decirme que la publicación que venía a proponer era de un interés fundamental. El descubrimiento de la gravitación por Newton resultaba una mera fruslería comparado con los descubrimientos revelados en su libro. Provocaría inmediatamente un interés tan universal e intenso, que el editor haría bien en abandonar todos sus restantes intereses y hacer de la obra el negocio de su vida. Bastaría para empezar una edición de cincuenta mil ejemplares, pero sería apenas suficiente. Ningún acontecimiento científico de la historia mundial se acercaba en importancia a las consecuencias que tendría la obra. Y todo esto y mucho más lo decía, no irónicamente o bromeando, sino con intensa seriedad, pues clavaba en mí sus ojos como el Viejo Marinero... Por fin nos aventuramos a editar el libro, pero en vez de cincuenta mil tiramos quinientos ejemplares...» 

Puede interesar aquí esta síntesis del libro, hecha por el mismo Poe en una carta del 29 de febrero de 1848: «La proposición general es ésta: Puesto que nada fue, en consecuencia todas las cosas son. 

1. Un examen de la universalidad de la gravitación, esto es, del hecho de que cada partícula tiende, no hacia ningún punto común, sino hacia toda otra partícula, sugiere la perfecta totalidad o absoluta unidad como fuente del fenómeno.

2. La gravedad no es sino el modo según el cual se manifiesta la tendencia de todas las cosas a retornar a su unidad original; no es sino la reacción del primer Acto Divino. 

3. La ley reguladora del retorno, esto es, la ley de gravitación no es sino un resultado necesario del único modo posible y necesario de irradiación uniforme de la materia a través del espacio; esta irradiación uniforme es necesaria como base de la teoría nebular de Laplace. 

4. El universo de los astros (a diferencia del universo espacial) es limitado. 

5. La mente conoce la materia sólo por sus dos propiedades: la atracción y la repulsión; en consecuencia, la materia es sólo atracción y repulsión; un globo de globos finalmente consolidado, siendo una sola partícula, carecería de atracción, esto es, de gravitación; la existencia de tal globo presupone la expulsión del éter separador que sabemos existe entre las partículas en su estado de difusión presente; por lo tanto, el globo final sería materia sin atracción y repulsión; pero estas últimas son la materia; luego el globo final sería materia sin materia, esto es, no sería materia: debe desaparecer. Por lo tanto, la Unidad es la Nada. 

6. La materia, al surgir de la unidad, surgió de la nada, esto es, fue creada. 

7. Todo retornará a la Nada, al retornar a la unidad... Lo que he propuesto revolucionará a su tiempo el mundo de la ciencia física y metafísica.
Lo digo con calma, pero lo digo.»


Extracto de un libro maravilloso de Edgar Allan Poe, Eureka, cuyo valor "científico" quizás sea nulo... pero que puede ser muy interesante para los que, como a mí, les gusta adivinar la verdad oculta tras las frases de algún escritor alucinado más que la que se declama con certeras fórmulas y teoremas que, como mucho, duran unos cuantos siglos antes de derrumbarse definitivamente.


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