lunes, 3 de febrero de 2014

Declive de un corazón



Para asestar el golpe decisivo que rompe un corazón, el destino no siempre se vale de duros reveses ni de una violencia brutal; provocar su destrucción por los motivos más peregrinos es lo que verderamente excita su implacable pasión de escultor. En la mezquina lengua del hombre, este leve roce que lo inicia todo se llama casualidad y comparamos sorprendidos su ínfima envergadura con las tremendas consecuencias que muchas veces desencadena; pero una enfermedad tampoco se reconoce y el destino de un hombre tampoco se adivina hasta que se hace patente la una o se cumple el otro. Siempre, en el espíritu y en la carne, el destino domina el interior del hombre mucho antes de que roce siquiera externamente el alma. Conocerse a uno mismo ya es defenderse, aunque la mayoría de las veces sea un empeño vano.

Extracto de "Declive de un corazón", de Stefan Zweig


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