jueves, 27 de febrero de 2014

Anécdotas sobre Shao Yung


Estas anécdotas tienen más que ver con el blog del I Ching, pero tienen cierta belleza y un sentido que, de algún modo, encaja en este blog...
Fueron extraídas del libro: I Ching, El Entramado del Tiempo, de Ariel Miranda Viera



Durante un día de víspera de año nuevo, alrededor de las diez de la noche, Shao Yung y su hijo estaban en su casa cuando un vecino tocó a la puerta. Shao Yung no respondió de inmediato, así que el vecino volvió a golpear la puerta. Shao Yung contó los golpes - cinco en total. Su hijo y él hicieron el siguiente cálculo mental:
En la primera ocasión, el vecino tocó una vez. Uno es el trigrama Cielo.
Luego golpeó cinco veces y 5 es el trigrama Viento
De este modo obtuvieron el hexagrama 44, Venir al Encuentro.
Posteriormente sumaron 1+5+10 (por la hora) lo que da un total de 16 el cual dividieron entre seis (para hallar la línea marcada del hexagrama) El residuo fue 4. Al hacer la mutación obtuvieron el hexagrama 57 Sun.
“¿Qué quiere el vecino?” Preguntó rápidamente Shao Yung a su hijo. Éste se fijó en los trigramas nucleares (Cielo, cuyo elemento es el metal) y en el trigrama Sun (madera), que aparecía tres veces en los dos hexagramas.
“Un azadón”. Respondió el hijo.
“Te has equivocado.” Le dijo su padre. “A esta hora, lo que nuestro vecino necesita es un hacha”.
Cuando el hombre se marchó, llevándose el hacha que había venido a buscar, Shao Yung le explicó a su hijo que uno no debe dejarse arrastrar ciegamente por el significado de los signos sino aplicar también el sentido común. Ciertamente un objeto compuesto de metal y madera puede ser un azadón, pero teniendo en cuenta la hora y la época del año (invierno), no sería probable que el vecino fuese a trabajar al campo; el sentido común dictaba que el objeto seria un hacha para cortar leña y calentar la casa.



En cierta ocasión, Shao le dijo a su hijo Shao Po, que la provincia donde vivía (Hunan) pasaría por un período violento por lo cual debía mudarse a Szechuan. Su hijo aceptó el consejo y cambió su lugar de residencia. Transcurridos diez años los soldados Chin invadieron Hunan y hubo una gran matanza que pudo haber afectado a los descendientes de Shao Yung de no haber prestado atención a las predicciones.



Shao compró una lámpara de cristal y se le ocurrió calcular el ciclo de duración del objeto. Tras realizar las operaciones pertinentes, llegó a la conclusión que la lámpara se rompería un día determinado al mediodía. Al llegar la fecha indicada, Shao colocó la lámpara sobre una mesa y se sentó a contemplarla esperando que se rompiera de un momento a otro. Era la hora del almuerzo y su esposa lo había estado llamando persistentemente para que acudiera a la mesa, pero él estaba tan absorto en sus pensamientos que no se percató. La esposa salió en su busca y lo encontró con la mirada fija en la lámpara, insensible a todo lo que ocurría a su alrededor. Enfadada ante aquella actitud que le pareció absurda, golpeó la lámpara y la hizo pedazos. Shao dejó escapar una carcajada. El objeto había encontrado su fin en el momento predicho.



En la última etapa de su vida, Shao llamó a su hijo mayor para explicarle cómo quería que fuesen sus funerales. Le dijo que no pusiera ningún objeto de valor dentro de su ataúd y, lo más extraño de todo, que invitara a una de sus vecinas, una niña pequeña, para que presenciara todo el ritual funerario desde el principio hasta el fin. Insistió en que la niña no debía perder detalle del proceso. Tras su deceso, el hijo siguió estrictamente las instrucciones del padre.
Con el tiempo, la niña, ya mujer, se casó y sus hijos se convirtieron en ladrones y saqueadores de
tumbas.
En cierta ocasión escuchó a sus hijos comentar que sería una idea tentadora abrir la tumba de Shao Yung, pues según su lógica, debía estar llena de objetos valiosos. Ella, conocedora de los detalles, intervino en la conversación. “Dejadlo descansar en paz. Yo fui testigo del funeral y sé que el ataúd sólo contiene el cuerpo de Shao envuelto en un simple sudario”
Tras la muerte de Shao, el emperador le encargó a Oh Yang Feil que escribiera la biografía del sabio para que figurara en los anales de la dinastía. Fue entonces que Oh comprendió el por qué de las detalladas descripciones que Shao le había hecho y también el motivo de la insistencia en que recordara.



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