martes, 4 de febrero de 2014

Ciudadela CXXIII




Hablaré para ti que estás sola. Porque tengo el deseo de volcar en ti esta luz.
He descubierto que es posible alimentarse en tu silencio y en tu soledad. Porque los dioses se ríen de los muros y de los mares. Y también tú resultas enriquecida de que exista en alguna parte un aroma de cera. Aún cuando no esperas gustarlo jamás.
Pero no tengo otro medio de juzgar la calidad del alimento que te traigo que el de juzgarte a ti misma. ¿Que ocurre en ti cuando lo has recibido? Quiero que juntes las manos en el silencio, con los ojos oscurecidos, como los del niño al cual he devuelto el tesoro que lo comienza a devorar. Porque tampoco era un objeto lo que le regalé al niño. El que sabe hacer una flota de guerra con tres guijarros y amenazarla con una tempestad, si le doy el soldado de madera, hará un ejército y capitanes y fidelidad al imperio y rigidez de la disciplina y muerte por la sed en el desierto. Porque así ocurre con el instrumento de música, el cual es muy otra cosa que instrumento, es el cebo para tus capturas. Las cuales no son jamás de la esencia de la trampa. Y también a ti te iluminaré para que tu buhardilla sea clara y tu corazón habitado. Porque no es la misma ciudad la que miras desde tu ventana si te he hablado del fuego bajo la ceniza. Y no es el mismo el camino de ronda de mi centinela, si es promontorio de mi imperio.
Cuando te das, recibes más de lo que das. Pues no eres nada y te tornas algo. Y poco me importa si las palabras se sacan la lengua.
Yo hablaré para ti que estas sola; porque tengo el deseo de habitarte. Y tal vez te es difícil recibir un esposo en tu casa, a causa de una espalda contrahecha o de una enfermedad de los ojos. Pero hay presencias más fuertes, y he observado que no era el mismo el canceroso en su lecho una mañana de victoria, y que que a pesar de que el grosor de los muros anula los ruidos de los clarines, su habitación estaba como llena.
Y sin embargo, ¿qué ha pasado desde afuera adentro sino el lazo divino que une las cosas y que se ríe de los muros y los mares? ¿Y por qué no habría de existir una divinidad más ardiente aún? La cual te modelará ardiente de corazón, fiel y maravillosa.
Porque el amor verdadero no se gasta. Más das, más queda. Y si vas a extraerlo a la fuente verdadera, más tu sacas, más generosa es. Y el aroma de la cera es verdadero para todos. Y si la otra también lo prueba, será más rica para ti.
Mas ese esposo carnal de tu casa te saqueará si sonríe en otra parte, y te fatigará amar.
Por eso te visitaré. Y no tengo necesidad de hacerme conocer de ti. Yo soy el lazo del imperio y te he inventado una plegaria. Y soy la piedra angular de cierto gusto de las cosas. Y te ato. Y tu soledad termina.
¿Y cómo no habrás de seguirme? Me he convertido en ti. Al igual que la música que construye en ti una estructura que te quema. Y la música no es verdadera ni falsa. Eres tú quien acaba de realizarse.
No quiero que seas desierta en tu perfección. Desierta y amarga. Yo te despertaré al fervor, que da y no saquea jamás, porque el fervor no reivindica ni la propiedad ni la presencia.
Mas el poema es bello por razones que no pertenecen a la lógica, sino a otra etapa. Y tanto más patético cuanto mejor te establece en la extensión. Porque hay en ti un sonido que no puedes dar, mas no todos son de la misma calidad. Existe la mala música que te abre caminos mediocres en el corazón. y el dios que se te aparece es débil.

Saint- Exupéry - Ciudadela (Cap. CXXIII)


1 comentario:

  1. "...Porque así ocurre con el instrumento de música, el cual es muy otra cosa que instrumento, es el cebo para tus capturas. Las cuales no son jamás de la esencia de la trampa."

    Impresionante!! Cómo me gusta este tipo... lo que ve, lo que siente, lo que logra sacar de las cosas que vemos a diario y que casi nadie puede sacar a la luz... no de esa manera.

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