lunes, 3 de febrero de 2014

A un joven lector de Kafka




9 de enero de 1956

Querido Señor B.:

... Lamentablemente debo desilusionarlo por entero. Su pregunta y la forma como se comporta respecto a la literatura no me sorprenden. Tiene usted miles de colegas animados por una misma manera de pensar. Pero sus preguntas insolubles sin excepción, provienen todas de la misma fuente de error.
Las narraciones de Kafka no son tratados sobre problemas religiosas, metafísicos o morales, sino obras literarias. Quien sea capaz de leer de verdad a un poeta, a saber, sin preguntas, sin esperar resultados intelectuales o morales, con la simple disposición de recibir aquello que el autor da, a éste las obras le ofrecen en su lenguaje la respuesta que solo puede desear. Kafka no tiene nada que decirnos como teólogo o filósofo, sino solamente como poeta. Kafka no tiene la culpa de que sus estupendas obras se hayan puesto de moda y que las lean personas carentes de los dones y la voluntad para asimilar la literatura.
Para mí, lector de Kafka desde sus primeras obras, ninguna de sus preguntas tiene significado. Kafka no da respuestas para ellas. Nos da en cambio los sueños y las visiones de su vida penosa y solitaria, alegorías para sus experiencias, sus aflicciones y sus satisfacciones, y son solo estos sueños y visiones lo que debemos buscar en él y lo que debemos recibir, no las "interpretaciones" que ingeniosos intérpretes puedan darle a estas obras. Este interpretar es un juego del intelecto, a menudo un juego muy bonito, indicado para gente inteligente pero ajena al arte, capaces de leer y escribir libros sobre las artes plásticas de los negros y la música dodecafónica, pero que jamás encuentran acceso al interior de una obra de arte, porque se detienen ante la puerta y prueban cien llaves antes de percatarse de que la puerta está abierta...

Hermann Hesse


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