sábado, 28 de septiembre de 2013

La Noche de Getsemaní - Capítulo IV




IV

Todo ello lo comprendió Pascal en el tribunal del Altísimo. Lo comprendió y lo aceptó sin oponer resistencia, aunque -por cierto- no lo haya "comprendido" mejor que aquellos que lo critican, indignándose por el carácter pasatista de su pensamiento. Aparecía a los hombres, y aparece aún, como un energúmeno, un fanático. Por tanto, si hubiéramos conservado el derecho de juzgarlo, no nos costaría nada ponerlo en estado de acusación.
Pero (ventajoso o no) hace poco hemos recordado el non pudet quia pudendum est: es decir que, por lo menos alguna vez, no hay que tener vergüenza aún cuando el mundo entero gritara, a una voz: "Es vergonzoso". Y por lo demás, sabemos que Pascal había llevado su propia causa delante del tribunal de Dios, que había aceptado la cosa más vergonzosa entre las que los hombres consideraban vergonzosas. Al escuchar a Pascal estamos obligados, voluntariamente o no, a controlar todos nuestros pudet, ineptum, impossibile, todas nuestras veritates aeternae.
Siempre hay que recordar que Pascal no ha elegido en nada el propio destino, sino que ha sido elegido por el destino. Pascal, al glorificar la crueldad y la implacabilidad, glorificaba a Dios mismo, a ese Dios que lo había sometido -a igual que a Job en tiempos idos- a pruebas inauditas. Al tejer las alabanzas de lo "incongruente", celebraba también a Dios, que lo había privado del consuelo de la razón. Y cuando colocaba todas sus esperanzas en lo "imposible", solo Dios podía inspirarle semejante locura. Recordemos, por otra parte, lo que fue su vida. Sus biógrafos nos dicen: aunque desde 1647 hasta su muerte han transcurrido casi quince años, puede no obstante decirse que bien poco vivió en este lapso, habiéndole las enfermedades y los ininterrumpidos sufrimientos dejado dos o tres años de intervalo, y ni siquiera de óptima salud, pues nunca tuvo salud muy buena. Fue un intervalo de languidez más soportable, y durante el cual no era del todo incapaz de trabajar. Su hermana cuenta: "Algunas veces nos decía que nunca había pasado, desde los dieciocho años, un día sin sufrir". También el prefacio de Port-Royal atestigua: "Durante todo su vida las enfermedades casi nunca le dejaron un día sin dolor"
¿Qué era, quién había creado semejante tortura continua? ¿Y por qué? Queremos creer que no se puede formular la pregunta en esta forma. Nadie había premeditado la tortura de Pascal, y ella no podía servir para nada. Aquí no hay y no puede haber, para nosotros, ninguna pregunta. Pero para Pascal, así como para el mítico Job o para Nietzsche, hasta hace poco vivo entre nosotros, justo aquí y solamente aquí se esconden todas esas preguntas que pueden tener alguna importancia para el hombre. Si no creemos pasatista a Pascal, o mítico a Job, aceptemos por lo menos el testimonio de Nietzsche, que está en una posición de "vanguardia". Nos dirá: "Sin duda alguna, en lo que a mi enfermedad concierne, debo mucho más a ésta que a mi salud. Le debo toda mi filosofía. Solo un gran dolor es el extremo liberador del alma. Enseña una gran duda. Solamente un gran dolor, un largo y lento dolor que parece consumirnos encima de una lenta hoguera; sólo este dolor nos impulsa, a nosotros los filósofos, a descender a nuestras profundidades íntimas y a repudiar todo lo que hay de confiable, de sencillo, de convencional, de medicinal: en suma, todo aquello en que nosotros mismos, tal vez, habíamos otras veces colocado nuestra humanidad". Con igual derecho Pascal habría podido repetir textualmente semejantes palabras de Nietzsche. Por lo demás, el mismo lo dice en su admirable oración "para pedir a Dios el buen uso de las enfermedades". Pascal "creyente" y Nietzsche "descreído"; Pascal, con todos sus pensamientos dirigidos al pasado, al medioevo, y Nietzsche, que vivía solamente en el futuro, están perfectamente de acuerdo en sus testimonios. Y no solo están tan cerca en sus testimonios: sus "filosofías" (para quien sabe apartarse de las palabras y distinguir aún bajo dos apariencias distintas una esencia idéntica) parecen casi coincidir. Solamente hay que recordar lo que los hombres olvidan más voluntariamente, hecho que -una vez- el monje Lutero expresó con mucha fuerza en su comentario a la epístola a los Romanos, escrito bastante tiempo antes de romper con la Iglesia: "Blasphemiae… aliquanto gratiores sonent in aure Dei quam ipsum Alleluya vel quaecumque laudis jubilatio. Quanto enim horribilior et fedior est blasphemia, tanto est Deo gratior" (Las blasfemias resuenan alguna vez más agradables al oído de Dios que el mismo Aleluya o cualquier alabanza. Y cuanto más horrible y repugnante es la blasfemia, tanto más agradable a Dios)
Comparando las horribiles blasphemiae de Nietzsche con las laudis jubilationes de Pascal, tan distintas entre ellas, ambas tan indiferentes al oído del hombre de hoy y (si se da fe a Lutero) tan familiares, tan gratas a Dios, se comienza a pensar que esta vez -quizá- la historia "inteligente" resulte engañada, y que a despecho de sus sentencias ese Pascal por ella eliminado resucite en la persona de Nietzsche, dos siglos después. ¿O bien, a pesar de todo, la historia ha alcanzado su intento?¿Que Nietzsche esté destinado a la suerte de Pascal? Todos lo admiran, pero ¿quién lo comprende? Sin duda, nadie. Puede ser, y probablemente lo sea. También Nietzsche, con la razón, había recurrido a lo contingente, a lo caprichoso, a lo incierto; contra los "juicios sintéticos a priori" de Kant, a la "voluntad de potencia"; también él enseñaba: non pudet quia pudendum est, que había traducido con "mas allá del bien y del mal"; también él encontraba su alegría en lo "incongruente" y buscaba la certidumbre donde los hombres ven lo "imposible".
El abate Boileau nos cuenta que Pascal "creía divisar siempre un abismo a su izquierda y, para tranquilizarse, hacía poner allí una silla: conozco de buena fuente este episodio. Sus amigos, su confesor, su director le decían que no había nada que temer, que solo se trataba de quimeras de una fantasía agotada por un estudio abstracto y metafísico; Pascal admitía todo esto; pero, un cuarto de hora después, nuevamente se abría ese precipicio que lo aterraba".
No es posible verificar hecho semejante; pero, si nos atenemos a la obra de Pascal, hay que convenir en que el abate dice la verdad. Todo cuanto Pascal escribió nos prueba que siempre veía y sentía bajo los pies un abismo en vez de tierra firme (aún una analogía singular entre el destino de Pascal y el de Nietzsche). En esta narración puede advertirse una sola inexactitud: parece que el abismo no se encontraba "a la izquierda" de Pascal, sino debajo de sus pies. El resto está contado o intuido con mucha veracidad.
Parece que es cierto que Pascal, para defenderse del precipicio, usaba una silla: "Corramos alegremente", no lo dice el abate, sino el mismo Pascal, "hacia el precipicio, después de habernos puesto algo delante de los ojos para no verlo". Por ello, si la narración del abate es una paparrucha, es una paparrucha elegida por un clarividente, por un espíritu que sabía ver en esas tinieblas donde, para los demás, todo se confunde en una gris indiferencia.
Resulta cierto que Pascal no ha tenido nunca un solo día carente de sufrimientos, que casi no ha conocido el sueño (también Nietzsche); igualmente resulta cierto que en vez de sentir tierra firme bajo sus pies (sensación común a los hombres), se sentía sin sostenes por encima de un precipicio, y habría caído en un abismo sin fondo cuando se hubiera abandonado a su tendencia "natural". Todos sus Pensamientos cuentan esto, y nada más que esto, De aquí sus temores excepcionales, tan inatendidos (recordad su grito: "El eterno silencio de estos espacios infinitos me aflige..."); esos temores de los cuales ni sus amigos ni sus confesores sabían darse cuenta.
Su "realidad" no se asemeja en nada a la de todo el resto del mundo. Por lo general, todos los hombres están bien, solamente muy raramente experimentan un dolor penoso o una angustia, y conciben temores solo cuando tienen un fundamento; siempre sienten bajo los pies tierra firme, y las caídas al abismo las conocen solo por haberlas oído, o bien - si han tenido experiencia- es experiencia breve, que huye de la memoria.
¿Pero es que la realidad ya no es real cuando no es habitual? ¿ Y tenemos el derecho de no admitir determinadas condiciones de vida solamente porque se encuentran raramente? Los prácticos no se interesan por las excepciones; a ellos solo les importa la regla, y lo que continuamente se repite. Pero los deberes de la filosofía son diversos. Si un hombre, inopinadamente, cayera en la tierra y supiera contarnos cómo viven, en otros mundos, seres que no se nos asemejan, este hombre sería para nosotros algo de inmenso valor. Pascal, al igual que Nietzsche, es el hombre que viene de otro mundo: un mundo que nuestra filosofía solo puede soñar, y tan distinto del nuestro que eso que para nosotros es regla, allá aparece solo como excepción, y donde ocurren continuamente hechos que entre nosotros nunca se verifican, o casi nunca. Entre nosotros nunca ocurre que los hombres caminen sobre un precipicio: entre nosotros se camina sobre tierra firme. Por esto la gravedad y las leyes fundamentales de nuestro mundo: todo tiende hacia el centro. Entre nosotros no se verifica nunca que un hombre viva en tortura perpetua. En general, entre nosotros las cosas fáciles se alternan con las difíciles, y a cada esfuerzo siguen la calma y el descanso. En cambio, allá ninguna cosa es fácil, todas son difíciles; no hay calma, no hay reposo; siempre se está en estado de alarma; no existe el sueño, sino una ininterrumpida vigilia. ¿Hallaremos allí esas verdades que estamos acostumbrados a venerar aquí entre nosotros? Todo nos dice que nuestras verdades habituales son hallá otras tantas mentiras, y lo que nosotros desechamos, allá es recogido, buscado como el intento supremo.
Aquí el tribunal supremo es Roma, y la razón es el criterio supremo. Allá el único juez es aquél a quien Pascal gritó: Ad te, Domine, appello. Por tanto, no busquemos seguridad y estabilidad.


Cap I: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/09/la-noche-de-getsemani.html
Cap II: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/09/la-noche-de-getsemani-capitulo-ii.html
Cap III: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/09/la-noche-de-getsemani-capitulo-iii.html
Cap V: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-v.html
Cap VI: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-vi.html
Cap VII: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-vii.html
Cap VIII: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-viii.html
Cap IX: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-ix.html
Cap X: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-x-final.html


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