martes, 24 de septiembre de 2013

La Noche de Getsemaní




De León Chestov

Traducción de Lido Monti - Editorial Sur, Buenos Aires, 1958

A modo de introducción personal a este libro hermoso que leí por primera vez en La Plata, en los 80, extraído de la Biblioteca Dardo Rocha, y al que nunca más volví a ver, a pesar de haberlo buscado en infinidad de librerías. Hace un tiempo conseguí este ejemplar en una librería de La Plata, un caso más de sincronicidad, como me gusta pensarlo a mí.

Toda la vida he vivido construyendo corazas y escudos, como me gusta decirles a esas protecciones menesterosas que me inventaba para protegerme de los desengaños del mundo. Siempre cortando lazos para no involucrarme más de la cuenta, tratando, creo yo, de no exponer una sensibilidad exagerada a las vicisitudes normales de la vida en este planeta. En fin, este libro toca uno de los temas que formaron parte de esa coraza que he ido construyendo, parte de esos escudos tras los que me escondía y que, desde hace un tiempo, intento destruir (debo decir que con algunos resultados que justificaban esas construcciones). Toca, de una manera que siento propia, una de las búsquedas que más horas de mi vida llevó y por eso me es tan querido, lo comparto por si algún constructor de corazas cree ver en él material para su construcción... y porque es hermoso e inútil, como Pascal.

I



Trescientos años transcurrieron desde el nacimiento de Pascal, y poco menos desde su muerte; no vivió mucho, solo treinta y nueve años.
La humanidad, durante estos tres siglos recorrió bastante camino: ¿Qué podemos, entonces, aprender de un hombre del siglo XVII? Si volviera a la vida, nosotros le enseñaríamos algo a él y no él a nosotros. Tanto más cuanto que entre sus contemporáneos Pascal era un "pasatista": no era, como todos los demás, impulsado hacia adelante, hacia un porvenir "mejor", sino hacia atrás, a las profundidades del pasado.
Al igual que Juliano el Apóstata quería hacer girar hacia atrás la "rueda del tiempo". En realidad, Pascal era un apóstata: lo había abandonado todo, había renegado de todo lo que la humanidad -con un esfuerzo común- había conquistado durante los dos siglos maravillosos, esos siglos que la posteridad agradecida llamaría "Renacimiento". Todo se renovaba, y todos en tal renovación, percibían su destino histórico. Pero Pascal temía la novedad. Constantemente tendía su pensamiento -tan inquieto como, al mismo tiempo, profundo y concentrado- a resistir a las corrientes de la historia, a no dejarse arrastrar por ellas.
¿Se puede luchar, y es sensato luchar contra la historia? ¿Puede tener para nosotros algún interés quien trata de obligar  al tiempo a retroceder? A priori ¿no se halla éste condenado (y con él toda su obra) a la derrota, al fracaso, a la esterilidad?
Ante semejante pregunta no pueden existir dos respuestas. La historia es implacable con los apóstatas. Pascal no se sustrajo al destino común. No puede negarse que sus obras continúan publicándose, que aún hoy se lo lee, que hasta se lo alaba y se lo celebra, que muchos cirios arden continuamente delante de su imagen: y continuarán ardiendo, muchísimos años. Pero nadie lo escucha; se escucha, en cambio, a aquellos con los que Pascal combatía, a aquellos que Pascal detestaba. En otros, y no en él, se busca esa verdad a la que sacrificó la propia vida. Se lo considera a Descartes padre de la filosofía, no a Pascal; y de Descartes aceptamos la verdad, no de Pascal: en efecto, ¿dónde buscar la verdad sino en la filosofía?. Tal es el juicio de la historia; se admira a Pascal y se lo deja a un lado. Es una sentencia que no ofrece posibilidades de apelación.
Si se pudiera volver a Pascal a la vida, ¿qué contestaría a semejante sentencia de la historia?. se dirá: pregunta ociosa, puesto que la historia consulta con los vivos, no con los muertos. Lo sé; pero creo que es propio -desde el momento que se trata de Pascal- obligarla por una vez a consultar con los muertos. En verdad, la empresa es muy difícil y muy embarazosa; también, en verdad, para justificarse, la historia deberá elegir una nueva filosofía, puesto que la de Hegel (todos la emplean, hasta aquellos que no tienen a Hegel como maestro; y, mucho antes que él, ya eran varios los que la profesaban) se demostrará inaplicable.
Pero semejante obstáculo, después de todo, ¿es en verdad tan temible? ¿y es necesario defender a Hegel a cualquier precio?. Hasta hoy se escribía la historia partiendo de la hipótesis (por nadie comprobada, por lo demás) de que los hombres una vez muertos, ya no existen de ningún modo y que por ello -desarmados como están ante el juicio de la posteridad- no pueden influir en la vida. Pero, quizás, llegará el tiempo en que los mismos historiadores, entreviendo hombres semejantes a ellos en aquellos que cesaron de vivir, se volverán más cautos y más circunspectos en sus juicios. He aquí nuestro pensamiento y hasta nuestra convicción: los muertos callan, y callarán para siempre, digase lo que se diga de ellos, tráteselos como se los trate. pero si un día se nos quitara tal convicción, si sientieramos que los muertos pueden en cualquier momento volver a la vida, salir de la tumba, irrumpir en nuestra existencia, presentarse delante de nosotros como nuestros iguales, entonces, ¿en qué términos hablaríamos?
Es necesario reconocer que ello es posible: posible, quiero decir, que los muertos no estén tan indefensos, tan desarmados,  tan muertos como nosotros los creemos. de cualquier manera, la filosofía (que, de acuerdo con todo lo que nos ha enseñado, no debe emitir juicios cuando no tiene pruebas) no podría dar a los historiadores, in saecula saeculorum, esa certidumbre en que hoy se deja a los muertos. En una sala de cirugía se puede tranquilamente anatomizar los cadáveres. Pero la historia no es una sala de cirugía, y puede imaginarse que algún día los historiadores estarán obligados a rendir cuentas a los muertos. Si temen su responsabilidad, y no quieren verse trocados de jueces en acusados, deben -repudiando a Hegel- buscar nuevos métodos. No sabría decir si el emperador Juliano consentiría en aceptar el juicio de la historia; pero Pascal, cuando se hallaba en la tierra, había preparado su respuesta a las generaciones pasadas y futuras. hela aquí:
"También vosotros sois corruptibles. Conviene obedecer a Dios y no a los hombres. Al verme condenado, temo que al escribir me equivoque, pero el ejemplo de muchos escritos devotos me hace creer lo contrario..."
Y finalmente:
"Si se condenan mis cartas en Roma, lo que yo condeno se condena en los cielos: Ad tuum, Domine Jesu, tribunal appello."
De esta manera, y vivo, Pascal contestó a Roma, que lo amenazaba; así, sin duda alguna, contestaría a la sentencia de la historia. Perentoriamente había declarado, en sus Cartas Provinciales: "Nada espero del mundo, nada temo, nada quiero de él; no necesito, a Dios gracias, ni bienes ni autoridad de nadie". A un hombre que nada espera del mundo, que nada teme, que no necesita ni bienes terrenales ni ayuda de ninguna índole, ¿es posible asustarlo con algún juicio? ¿U obligarlo, con alguna amenaza, a renegar de sí mismo? ¿La historia podrá ser para él como una demanda de la verdad, como la última demanda?

Ad tuum, Domine, tribunal appello

En estas palabras, creo, está la solución del enigma que ofrece la filosofía de Pascal. En todas las controversias el juez supremo no es el hombre, sino Aquel que está por encima de los hombres. Y, por esto, si se quiere encontrar la verdad, es menester librarse de aquello que, habitualmente, los hombres reputan como cierto.
Largamente prevaleció la leyenda de que Pascal fue un cartesiano. Hoy todos admiten que ello no es exacto. No solo que Pascal no fue nunca un partidario de Descartes, sino que, por lo contrario, a sus ojos Descartes personificaba precisamente lo que él combatía. Abiertamente, en sus Pensamientos, dice: "Escribir contra quien profundiza demasiado en las ciencias, Descartes" Y también: "Descartes inútil e inseguro" Y por fin, de manera verdaderamente decisiva, revelando los motivos del juicio: "No puedo perdonar a Descartes; habría deseado, en toda su filosofía, omitir a Dios; pero logró solamente dar un ligero empujón para poner en movimiento el mundo; luego, ya no supo qué hacer con Dios". Aparece claramente explícito que ese "no puedo perdonar" está dicho no solo por Descartes, sino por toda la antigua filosofía en que había sido criado Descartes, y por toda la futura filosofía, de la que Descartes colocaba los cimientos. ¿Tal filosofía no exponía quizá la convicción de que el mundo es "explicable naturalmente"; que el hombre puede "prescindir de Dios"? (Los discípulos de Pelagio, en la frase: homo emancipatus a Deo, habían formulado un pensamiento igual) ¿Y acaso la idea dominante de Roma no consistía en esta misma convicción, desde el momento que Pascal debió recurrir al juicio de Dios?
Pascal lo había intuido enseguida, y los últimos años de su vida fueron consumidos en una continua y penosa lucha contra el mundo y contra Roma, que tendían a emanciparse de Dios. Y de aquí el carácter paradojal, casi enigmático, de su filosofía y de cómo concebía la vida. Lo que de costumbre tranquiliza a los hombres suscita en él la mayor angustia; y, al contrario, lo que mayormente temen los hombres hace  nacer en él las grandes esperanzas. Y cuanto más adelanta, tanto más se fortifica en una concepción semejante de la vida. de esta manera se vuelve cada vez más extraño y cada vez más asustador para los hombres. Nadie lo discute: Pascal es grande, genial e inspirado; cada línea de sus escritos es testimonio de ello. Pero cada línea tomada separadamente, y todos sus escritos tomados en conjunto son inútiles y hostiles para los hombres. No solo porque no ofrecen nada, sino porque se lo llevan todo. Los hombres necesitan de algo que sea "positivo", de algo que ofrezca una solución y que dé la paz. ¿Qué puede esperarse nunca de Pascal, quien -en el rapto de una inspiración sombría- proclama o, mejor, lanza este gran grito: "Jesús estará en agonía hasta el fin del mundo: menester es no dormir durante este tiempo"?

Cap II: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/09/la-noche-de-getsemani-capitulo-ii.html
Cap III: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/09/la-noche-de-getsemani-capitulo-iii.html
Cap IV: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/09/la-noche-de-getsemani-capitulo-iv.html
Cap V: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-v.html
Cap VI: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-vi.html
Cap VII: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-vii.html
Cap VIII: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-viii.html
Cap IX: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-ix.html
Cap X: http://castalia-tegularius.blogspot.com.ar/2013/11/la-noche-de-getsemani-capitulo-x-final.html



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