viernes, 27 de septiembre de 2013

Castalia




Hesse «rememoró» en 1955, en una carta de Rudolf Pannwitz, algunas cosas acerca del «nacimiento» de la obra ("El Juego de Abalorios"): 

«La imagen que encendió en mí la primera chispa fue la reencarnación como expresión de lo estable en lo fluyente, en una palabra: como expresión de la continuidad de la tradición y de la vida del espíritu.

»Cierto día, antes de que intentase la redacción de obra alguna, tuve la visión de un "transcurrir la vida" individual, pero supratemporal.

»Imaginé un hombre que a través de varios "renacimientos" vive las grandes épocas de la Historia humana... Vinieron años dolientes tras una crisis grave, años que coincidieron con los de la recuperación y renovación de la alegría de vivir en aquella Europa y aquella Alemania agotadas por la guerra mundial... En medio de estas amenazas y peligros para la existencia espiritual y psíquica de un escritor de lengua alemana, me agarré al medio de la salvación de todos los artistas: la producción. Y reemprendí el viejo plan, que sufrió una fuerte transformación bajo la presión de aquellos momentos. Tenía que (a pesar de la mala estampa que ofrecía el tiempo aquel) hacer visible el reino del espíritu y del alma, mostrándolos como existentes e insuperables.

»Así fue como mi obra se transformó en utopía, la imagen fue proyectada hacia el futuro, y el desgraciado presente trasladado a un pasado ya superado. Y para sorpresa mía surgió como por sí mismo el mundo castálico. No necesitó ser pensado y construido. Sin que yo lo supiese, hacía largo tiempo que se había preformado en mí.

»Con ello encontré para mí el espacio para respirar.»

Hesse lo que pretendía sobre todo, con su obra, era contraponer a un mundo que se desintegra en la anarquía, una provincia donde reina la mesura, el orden espiritual, la educación y el respeto.

Hesse quería estructurar «panoramas normativos» y Castalia debería representar un panorama de esta índole para un mundo que había perdido su dignidad.

Aunque esta provincia se haya proyectado para un futuro, no es un «lugar futuro» ni una profecía o un postulado utópico, sino una idea cuyo «interior» no posee realidad ligada a ningún tiempo determinado y representa una posibilidad de vida espiritual.


A los peregrinos de Oriente

 ... non entia enim licet quodammodo levibusque hominibus facilius atque incuriosius verbis reddere quam entia, verumtamen pio diligentique rerum scriptori plane aliter res se habet: nihil tantum adeo necesse est ante hominum oculos proponere ut certas quasdam res, quas esse neque demonstrari neque probari potest, quae contra eo ipso, quod pio dilegintesque viri illas quasi ut entia tractant, enti nascendique facultati, paululum appropinquant.

ALBERTUS SECUNDUS
(Tract. de cristall. spirit. ed. Clangor 
et Collof, lib. I, cap. 28.)



 En la traducción de puño y letra de Josef Knecht:

... pues, aunque en cierto aspecto y para hombres frívolos las cosas no existentes son más fáciles y menos riesgosas para ser representadas con palabras, en cambio, para el historiador fiel y escrupuloso son todo lo contrario: nada escapa tanto a la descripción verbal y nada es, sin embargo, tan necesario colocar ante los ojos humanos, como determinadas cosas cuya existencia ni puede demostrarse ni es verosímil, pero que justamente por el hecho de ser consideradas existentes en cierta medida por hombres devotos y conscientes, pueden ser aproximadas un paso más a la existencia y a la posibilidad de nacer.

Extraído de:

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