jueves, 23 de agosto de 2018

A mitad de Camino




Difícil determinar hasta dónde puede uno avanzar sin transgredir los límites que otros reconocen como propios. No quiero decir avanzar, quiero decir hasta dónde puede uno reconocer que aquello que hace está dento de nuestros propios límites? 
Dónde se atraviesa esa linea divisoria, tan sutil, tan indefinible? 
Que herramienta usar para medir que aquello que nos vemos impelidos a decir o hacer, no toque, de algún modo, eso que los demás sienten como intocable? 
Cómo saberlo? 
Puede definirse un límite en un universo que es unidad absoluta? 
Puede reclamar alguien fronteras, que solo son abstractas y dependen de la construcción que cada quien hace de su mundo más propio?
Diversas situaciones, algunas muy agradables y otras desagradables, me llevan hoy a cuestionarme seriamente la exposición que pueda devenir de compartir cosas que me parecen muy bellas y me dan felicidad. Como Fromm, creo que cada uno da de sí lo que ama, de lo más precioso que tiene, y lo da sin esperar nada a cambio. Se da porque nos colma de felicidad y la felicidad quiere compartirse.
Digo que doy aquello que me encanta, no digo que catequizo con verdades que he hecho mías, como un gurú que atrae hacia sí fieles que alimenten su ego.
Las redes sociales, como todo en este mundo, tienen dos caras. Por un lado me trajeron la posibilidad de conectarme con personas afines, recibir mucho de ellas... pero mucho. Por otro lado trajeron mucha confusión, producto de esas fronteras mal señalizadas que se sobrepasan sin quererlo.
Mis blog, por el contrario, son serenos, bellos, sin sobresaltos... pero sin interacción.
En fin, es tiempo de meditar mucho sobre el valor de todo esto. Sobre la necesidad de compartir lo que me hace feliz y la contracara, lo inesperado.
En el Yijing hay una expresión excelente para definir la corrección en las relaciones: lo define como "ir hasta la mitad del camino".
El tema es: dónde está la mitad?

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