jueves, 3 de julio de 2014

El hombre es aquel...




Por cierto, probablemente muchos lenguajes te expliquen el mundo o a ti mismo. Y que se hagan la guerra. Cada uno coherente y sólido. Y sin que nada los desempate. Sin que esté tampoco en tu poder el argumentar contra tu adversario, porque tiene tanta razón como tú. Porque lucháis en nombre de Dios.
"El hombre es aquel que produce y consume..."
Y es verdad que produce y consume.
"El hombre es aquel que escribe poemas y aprende a leer los astros..."
Y es verdad que escribe poemas y estudia los astros.
"El hombre es aquel que solo encuentra en Dios la beatitud..."
Y es verdad que aprende la alegría en los monasterios.
Mas está por decir algo del hombre que contenga todos los enunciados, que dan nacimiento a los odios. Porque el campo de la conciencia es minúsculo y el que ha encontrado una fórmula cree que los otros mienten o están en el error. Pero todos tienen razón.

Sin embargo, como he aprendido con una evidencia soberana de mi vida de todos los días que producir y consumir es, como las cocinas del palacio, no lo más importante, sino únicamente lo más urgente, quiero el reflejo en mi principio. Pues la urgencia no me sirve de nada y podría decir también: "El hombre es aquel que no vale más que en buena salud...", y deducir una civilización en la cual bajo el pretexto de esa urgencia, instalo al médico como juez de las acciones y de los pensamientos del hombre. Mas también ahí, como he aprendido de mí mismo que la salud no era más que un medio y no un fin, quiero también el reflejo de esa jerarquía en mi principio. Porque si tu principio no es absurdo, probablemente traerá la necesidad de favorecer la producción y la consumición, o el anhelo de la disciplina por la salud. Pues lo mismo que la semilla, que es una, se diversifica según crece, lo mismo que la civilización de la imagen, que es una, te mueve según tu cuadro o tu estado, no hay nada que mi principio no gobierne a fin de cuentas.
Diré, pues, del hombre: "El hombre es aquel que no vale más que un campo de fuerza, el hombre es aquel que no comunica más que a través de los dioses que concibe y que gobiernan él y los otros, el hombre es aquel que no encuentra alegría más que cambiándose por su creación, el hombre es aquel que no muere dichoso más que si se delega, el hombre es aquel por quien agotan las provisiones y para quien es patético todo conjunto que quiere conocer y se embriaga si se encuentra, el hombre es aquel también que..."
Me conviene formularlo de tal manera que sus aspiraciones esenciales se vean sometidas y desarregladas. Porque si hay que arruinar el espíritu de creación para fundar el orden, ese orden no me concierne. Si hay que borrar el campo de fuerza para agrandar el perímetro de su vientre, ese perímetro de su vientre no me concierne. Igual que si hay que hacerlo podrir por el desorden para agrandarlo en su espíritu de creación, esa suerte de espíritu que se arruina a sí mismo, no me concierne. E igual que si hay que hacerlo perecer para exaltar ese campo de fuerza; porque entonces hay un campo de fuerza, pero no existe el hombre, y ese campo de fuerza ya no me concierne.
Luego, yo, el capitán que vela sobre la ciudad, hablaré esta noche acerca del hombre, y de la pendiente que crearé, nacerá la calidad del viaje.

Antoine de Saint-Exupéry - Ciudadela, Cap. CXLI


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