jueves, 22 de mayo de 2014

A quien amo...




Miró Zaratustra a la gente y se quedó sorprendido. Luego continuó hablando así:

“El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre, una cuerda tendida sobre un abismo. Es peligroso cruzar al otro lado, es peligroso quedarse a medio camino, es peligroso mirar atrás, es peligroso echarse a temblar y es peligroso detenerse. La grandeza del hombre radica en que es un puente y no una meta; lo que hay en él digno de ser amado es que es un tránsito y un ocaso. Yo amo a quienes no saben vivir como no sea hundiéndose en su ocaso, pues ellos son los que cruzan al otro lado. Yo amo a los que desprecian mucho, pues ellos son los que veneran mucho; ellos son flechas del deseo lanzadas a la otra orilla. Yo amo a quienes no buscan más allá de las estrellas una razón para hundirse en su ocaso y sacrificarse, sino que se sacrifican en aras de la tierra para que surja de ella el superhombre. Yo amo a quien quiere vivir para conocer, y quiere conocer para que alguna vez aparezca el superhombre; y, de este modo, quiere su propio ocaso. Yo amo al que trabaja y crea para levantarle la casa al superhombre; al que prepara para él la tierra, el animal y la planta; pues, de este modo, quiere su propio ocaso. Yo amo a quien ama su virtud, pues la virtud es voluntad de ocaso y una flecha del anhelo. Yo amo a quien no se queda ni con una sola gota de espíritu, sino que quiere ser enteramente el espíritu de su virtud; y, así, cruza el puente bajo la forma de espíritu. Yo amo a quien convierte su virtud en su inclinación y su destino fatal. Y así, quiere seguir y no seguir viviendo por amor a su virtud. Yo amo a quien no pretende tener demasiadas virtudes, pues una sola virtud es más virtud que dos, ya que es un nudo más fuerte al que queda sujeto el destino fatal. Yo amo a aquel cuya alma se da por entero y no pretende que se lo agradezcan ni que le devuelvan nada; pues entrega siempre y no quiere conservarse a sí mismo. Yo amo a quien, cuando le favorece la suerte en los dados, se pregunta avergonzado: “¿Estaré haciendo trampas?”: pues ese quiere perecer. Yo amo a quien, antes de obrar, lanza palabras de oro y cumple más de lo que promete; pues ese quiere su ocaso. Yo amo a quien justifica a las generaciones futuras y redime a las pasadas; pues ese quiere perecer por la generación presente. Yo amo a quien castiga a su dios porque lo ama; pues la ira de su dios acabará haciéndole perecer. Yo amo a quien tiene un alma profunda hasta cuando le hieren, y que puede perecer ante cualquier exigencia insignificante; pues ese cruza el puente de buen grado. Yo amo a quien tiene un alma tan colmada que se olvida de sí, y lo tiene todo dentro de él; pues a ese todo lo hunde. Yo amo a quien tiene un espíritu y un corazón libres; pues su mente no es sino la entraña de su corazón, y su corazón le impulsa al hundimiento. Yo amo a todos los que son como pesadas gotas que van cayendo una a una del nubarrón suspendido sobre los hombres, pues esos anuncian el rayo y perecen por anunciarlo. Yo anuncio el rayo y soy como una pesada gota que cae del nubarrón. ¡Y ese rayo se llama superhombre!”

F. Nietzsche - Así habló Zaratustra



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