sábado, 27 de septiembre de 2014

Ocasiones perdidas




Si te diese una fortuna ya hecha, como ocurre con una herencia inesperada, ¿en qué te engrandecería? Si te diese la perla negra del fondo de los mares, fuera del ceremonial de las zambullidas, ¿en qué te engrandecería? No engrandeces sino con lo que transformas, pues eres simiente. No hay regalo para ti. Por eso quiero tranquilizarte, a ti que te desesperas por las ocasiones perdidas. No hay ocasiones perdidas. Alguno esculpe el marfil y transforma el marfil en rostro de diosa o de reina que conmueve al corazón. Otro cincela el oro puro, y acaso el perfil que obtiene es menos patético a los hombres. Ni al uno ni al otro les fueron dados el marfil o el oro. Uno y otro han sido sólo camino, senda y pasaje. No hay para ti sino materiales de una basílica por construirse. Y no careces de piedras. Así el cedro no carece de tierra. Pero la tierra puede carecer de cedros y trocarse en páramo pedregoso. ¿De qué te quejas? No hay ocasión perdida porque su misión es ser simiente. Si no dispones de oro, esculpe marfil. Si no dispones de marfil, esculpe madera. Si no dispones de madera, recoge una piedra.
El ministro opulento de vientre y pesado de párpados que separé de mi pueblo no encontró, en su dominio, sus carretillas de oro y los diamantes de sus sótanos, una sola ocasión para usarlos. Pero alguno, al tropezar con un canto rodado tropieza con la ocasión maravillosa.
El que se queja de que el mundo le faltó, faltó él al mundo. El que se queja de que el amor no lo colmó, se equivoca sobre el amor: el amor no es regalo por recibir. La ocasión de amar nunca te falta. Puedes tornarte soldado de una reina. La reina no necesita conocerte para que estés colmado. He visto a mi geómetra enamorado de las estrellas. Él transformaba en ley para el espíritu un hilo de luz. Era vehículo, vía y pasaje. Era abeja de una estrella florida de la que hacía su miel. Lo he visto morir feliz a causa de unos signos y figuras en los cuales se había transmutado. Así el jardinero de mi jardín que hizo abrir una nueva rosa. Un geómetra puede faltar a las estrellas. Un jardinero puede faltar al jardín. Mas tu no careces ni de estrellas, ni de jardines, ni de redondos cantos dorados en los labios de los mares. No me digas que eres pobre...

Antoine de Saint-Exupéry - Ciudadela,extracto del capítulo CC


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