domingo, 21 de febrero de 2016

Antonio Porchia





Hoy no podría habituarme a cómo seré mañana; mañana sí.


Tanto universo, tanto universo para hacer funcionar un cerebro, un pobre cerebro.


Herir al corazón es crearlo.


Cuando ya nada me quede, no pediré más nada.


Iría al paraíso, pero con mi infierno; solo, no.


Te depuras, te depuras… ¡Cuidado! Podría no quedar nada.


Quien te quiere, si te quisiera solamente a ti, no podría quererte, porque no sabría como a quién ni como a qué quererte.


El hombre es débil y cuando ejerce la profesión de fuerte es más débil.


Se va igualando todo. Y es así como se acaba todo: igualándose todo.


He sido para mí, discípulo y maestro. Y he sido un buen discípulo, pero un mal maestro.


Un amigo, una flor, una estrella no son nada, si no pones en ellos un amigo, una flor, una estrella.


Nadie es luz de sí mismo: ni el sol.


Los niños que nadie lleva de la mano son los niños que saben que son niños.


Un corazón grande se llena con muy poco.


Nadie te ha dado nada por nada si nadie te ha dado el corazón, porque sólo el corazón se da por nada.


A veces necesito la luz de un fósforo para alumbrar las estrellas.


Quien ha hecho mil cosas y quien no ha hecho ninguna, sienten iguales deseos: hacer una cosa.


Cuando me acerco a un alma, no llevo el deseo de conocerla; cuando me alejo, sí.


No me hables. Quiero estar contigo.


Quien hace un paraíso de su pan, de su hambre hace un infierno.



Antonio Porchia



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