lunes, 24 de septiembre de 2012

Un mundo...




Nosotros llamamos mundo físico, o mundo material, al mundo en que vivimos, algo que parece molestar a las personas que yo denomino espirituales, personas que aspiran a un mundo espiritual más real y eterno más allá del mundo material mutable y perecedero. Pero es frecuente que esas personas confundan las cosas y acaben hechas un verdadero lío. Porque, en el fondo, el mundo abstracto es el que nosotros llamamos mundo material ya que el mundo físico, tal y como nosotros utilizamos esa frase, no es nada concreto sino una creación completamente abstracta.
Tal vez esto les sorprenda, pero una pequeña disgresión sobre el origen de esos términos les demostrará de manera fehaciente que así es. ¿Cómo aborda el científico lo que el denomina el mundo material?: Mediante métodos cuantitativos. Y, ¿Cómo determinamos las cantidades? Mediante mediciones, es decir, números, o sea, una representación de la naturaleza en términos de categorías abstractas - metros, pulgadas, segundos, grados, etc. -, algo, por cierto, tan abstracto como las líneas de latitud y longitud que aparecen en un globo terráqueo. Y tampoco debemos olvidar que la palabra metro -como ocurre en el mundo mensurable, en el mundo que puede ser medido- se deriva de la palabra sánscrita matra, de cuya raíz también se deriva maya, el término utilizado para referirse al mundo de la ilusión.
Ya he señalado que uno de los principales significados occidentales del término naturaleza -como cuando inquirimos, por ejemplo, por la naturaleza de una cosa- es el de "clasificación". El término griego Physis, del que proviene la palabra física, tiene que ver con el mundo concebido de un cierto modo, un mundo aprehendido en funciones de clases que, por otra parte, son una mera abstracción. Cuando decimos que algo "es inmaterial", que algo no puede ser medido, estamos queriendo decir que no puede cuantificarse, que no puede añadirse a nada. Pero lo que necesitamos de la vida no es tanto cantidad como calidad, porque la cantidad es algo absolutamente abstracto. Es la calidad, el gusto, el sabor y el significado de la vida lo que realmente nos importa. Existen formas de medir las cualidades pero, en nuestro lenguaje, siempre tenemos que convertirlas en cantidades. Cuando un cocinero se halla frente a un puchero, añade sal, lo prueba un poco, le añade un poco más de sal, lo vuelve a probar... y así hasta llegar a concluir que ya está bien sazonado. Si colocásemos a alguien detrás del cocinero que fuese registrando la cantidad exacta de sal añadida dispondríamos de una abstracción cuantitativa relativa a una experiencia de sabor que no es ninguna abstracción. Pero, para que la gente regrese al mundo real, debemos suspender provisionalmente su pensamiento abstracto, porque es la abstracción la que nos lleva a establecer diferencias. Es mediante la abstracción como llegamos a la noción de que yo soy una cosa y los demás otra y de que los eventos ocurren separadamente. Trazamos las líneas que separan un minuto de otro de nuestros relojes del modo más exacto posible, porque queremos saber exactamente en qué momento un minuto se convierte en el siguiente. Y la delgadez de esas líneas nos demuestran lo abstractas, tenues e irreales que son, porque se trata de medidas y no hay que confundir la medición con lo que se mide. El mundo que vemos y sentimos sin abstracciones es el mundo en el que estamos conectados con todo lo que es, con el Tao y con el curso de la naturaleza. Pero hemos sido engañados por personas que no dejan de hablar y de explicar, personas que previamente han sido hipnotizadas para percibir el mundo a través de una visión abstracta, arbitraria y bastante alejada de la realidad. Así pues, los taoístas son -junto a los hinduistas y los budistas- los grandes abogados del silencio intelectual. Pero es preciso recordar que, con ello, no estamos diciendo que el intelecto sea algo malo o que debamos ser antiintelectuales. De ninguna manera. El hecho de pensar forma parte del proceso de a naturaleza de igual modo que la tela tejida por una araña. A fin de cuentas, la araña teje su tela para construir una red que atrape las moscas y la mente hace lo propio para tratar de apresar el universo. Y esto no es malo, siempre y cuando recordemos que el universo es mucho más amplio que la red que utilizamos para atraparlo.

Extraído del libro Taoísmo, de Alan Watts



En el decir de Lao-Tse:

"¿Puedes distanciarte de tu propia mente para así comprenderlo todo?"





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