domingo, 19 de agosto de 2012

El Valor de la Aceptación





Aceptación no significa aprobación de un hecho cualquiera que nos toca de alguna manera, ya sea éste interior o exterior.

Aceptación no significa que estamos de acuerdo con ello, tampoco debe leerse como que no tenemos agallas para enfrentar y corregir lo que consideramos, desde una perspectiva parcial, incorrecto.

Aceptación significa que suspendemos nuestro juicio para abrirnos a esa experiencia y meternos confiados en que el flujo vital nos llevará a buen puerto.

Suspendemos nuestro juicio, casi siempre racional, y por lo tanto demasiado superficial e incompleto, donde nuestro ego juega un papel demasiado central y nos confunde.

Suspendemos nuestro juicio para escuchar lo que nuestra sangre murmura en nuestro interior, lo que nuestra intuición tiene para decir, detrás del espantoso ruido de las ideas que bullen en nuestro cerebro pugnando por ser la que nos "solucione" el inconveniente.

Cuando aceptamos las cosas como son, dejamos que nuestra naturaleza se una al flujo vital universal del que forma parte y, mágicamente, las cosas se encaminan, se solucionan los problemas que parecían insolubles.

Cada situación que nos toca vivir se nos presenta porque, de alguna manera, la hemos convocado para extraer de ella una enseñanza.

Solo mediante la aceptación incondicional de lo que nos sucede, sobre todo cuando no nos gusta, podemos iniciar el proceso de crecimiento espiritual que nos va a permitir entender que todo lo que sucede, lo bueno y lo malo, lo lindo y lo feo, son solo caras de una misma moneda. Que todo eso es una unidad y no puede ser de otra manera, que una cara necesita a la otra para poder revelarnos el mundo y para poder vivir la experiencia, que, de otra manera, sería invisible.

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