El tiempo es la sustancia de la que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrastra, pero yo soy el río, es un tigre que me devora, pero yo soy el tigre, es un fuego que me consume, pero yo soy el fuego.
Jorge Luis Borges
Hay un brillo inquietante en sus ojos cuando acuden cada sábado a la cita. Llegan uno tras otro, casi furtivamente, con sus cajas y reglam...
Vivo asombrado, mientras el tiempo fluye informe, permanente y continuo.
ResponderEliminarAlgo absolutamente desconocido me arrastra, inerme, hacia la desaparición.
¿Qué es lo invisible que ubicuo penetra los poros de esta inquieta realidad
abandonada a sí misma
avanzando hacia el futuro inexistente?.
¿Cómo puede medirse el suspiro?
¿Cómo el anhelo del espíritu?.
Se experimenta la realidad según su naturaleza
y el orden de magnitud definidor de la existencia.
Todo es posible; acorde al ritmo vital y su percepción.
Imposible una vida igual para el colibrí o el moscardón
percibiendo centésimas de segundo con su rápido batir de alas,
que la del buitre o el cóndor planeando arrastrados por las térmicas convectivas.
Diferente para la hambrienta y nerviosa musaraña
que para el arbóreo perezoso o el protegido armadillo.
¿Y para la efímera mariposa cuya vida transcurre en un día?
¿Y el protón que vive eones o el muón microsegundos?.
Entre un parpadeo y el crecimiento del árbol
que traza círculos concéntricos
hay un vacío igual que el existente
entre la formación de una montaña y su desmoronamiento.
Una flecha invisible señala el sentido de la percepción
que muestra la pendiente por la que se precipita lo efímero.
De la nada surgen misteriosas presencias
cuya existencia va pareja a su indeterminación temporal.
¿No existe la nada?, ¿las cosas son nada?,
¿Qué soy?.
¿Qué es la realidad?.
Dicen que, nunca, es mucho tiempo,
tanto como siempre o la eternidad,
pues todo y nada comprenden el mismo significado.
El cambio es la naturaleza del río de la vida
cuyo flujo asegura un destino.
A su paso la vida nace y se expresa de infinitas formas contingentes
que surgen y desaparecen acordes con la adaptación al medio.
Un hilo imperceptible y frágil entrelaza los recuerdos del pasado
cuando el velo gris del tiempo filtra la luz de la memoria.
Todo pasa.
Sólo es el flujo permanente, psicopático y amoral, mudo, indiferente, invisible, sin textura ni otra cualidad
que pueda ayudarnos a discernir su esencia.
Avanza incansable, ostensible, obcecadamente.
¿Qué entidad es esta que impide desandar el camino recorrido?.
¿Por qué mirar atrás convierte en estatua de sal
que se diluirá en los acuosos sentimientos hasta desaparecer?.
La emoción altera incomprensiblemente la intensidad del flujo
que llega a colapsar por el miedo angustioso
o se acelera en la desmemoria de la ancianidad
que, confundida, percibe el rápido pasar de las estaciones
y el vertiginoso desarrollo de los niños.
Cuando todo el ser, en tensión vital, cambia de naturaleza,
como la crisálida eclosionando en insegura mariposa,
o el moribundo consciente de su estado, dispuesto al salto,
el tiempo se detiene en la espera de la vida
y muestra la posible luz de otra existencia de ritmo desconocido.
Divagaciones espurias que no llevan a parte alguna.
¡Es!.
¡Sin más!.
No alcanza el entendimiento,
no llega la razón a iluminar la noche sin Luna gestadora
de cuentos y leyendas en la que la intuición creadora
y el inconsciente oceánico, inmenso, abisal,
se alimenta de ese fluido desconocido
y, sin embargo, esencial de nuestra existencia.
De ésta que ahora atravesamos acelerada con su progreso,
sin poder prolongarla ni detenerla,
sin haberla elegido,
ignorando su singladura y su objetivo.