miércoles, 15 de abril de 2015

Los antifilósofos




Entre los filósofos más interesantes, están aquellos que, después de Lacan, llamo antifilósofos. En las páginas que siguen se verá la definición que propongo de ellos. Lo importante es que los considero como incitadores, ya que compelen a los otros filósofos a no olvidar dos cosas:

1. Que las condiciones de la filosofía, o sea las verdades que ésta atestigua, son siempre contemporáneas. Es en el tumulto del tiempo donde un filósofo construye nuevos conceptos, y no puede relajar su atención, contentarse con lo que ya está ahí, contribuir al mantenimiento de los órdenes establecidos, sin caer de inmediato en lo que constituye la peor amenaza para el devenir de su disciplina: su absorción, su digestión por parte de los saberes académicos. El antifilósofo nos recuerda que un filósofo es un militante político, en general odiado por las potencias constituidas y por sus siervos; un esteta, que va al encuentro de las creaciones más improbables; un amante cuya vida sabe zozobrar por un hombre o por una mujer; un erudito, que frecuenta los despliegues más violentamente paradójicos de las ciencias. Y que produce sus catedrales de ideas en esta efervescencia, en esta in-disposición y en esta rebelión.

2. Que el filósofo asume la voz del maestro. No es, no puede ser el participante modesto de los trabajos de un equipo, el laborioso docente de una historia cerrada, el demócrata de los debates. Su palabra, tan seductora como violenta, es autoritaria: compromete a seguir, desasosiega y convierte. El filósofo está presente como tal en lo que enuncia, no se sustrae, incluso si esa presencia es también la de una ejemplar sumisión al deber racional.

Alain Badiou - La Antifilosofía de Wittgenstein


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